
Finanzas Personales
Jubilación: cada vez más una incógnita
Artículo

Francisco Javier Castro Montalvo
Consultor financiero
La esperanza de vida ha aumentado de la mano del progreso económico y médico. Desde mediados del siglo diecinueve, está se ha elevado dos años y medio por década o seis horas anuales, al pasar de una esperanza vida de alrededor de los 45 años a la actual cercana a los 90 años en los países desarrollados. Logros asociados a la disminución de la mortalidad infantil y senil, y la mayor educación.
Los que caminan y ven la luz por primera vez en el planeta, en una economía medianamente desarrollada, vivirán entre 90 y 150 años. En promedio diez años más que sus padres y veinte más que sus abuelos. Sin olvidar el salto cuántico que esta por vivirse (espero) con el desarrollo y la aplicación de la terapia génica.
Este hecho pone más leña al fuego a la sostenibilidad de los sistemas de seguridad social público, en especial a los fondos de pensiones y al gasto en salud. Pensar que una persona sobreviva más de veinte años después de su jubilación y con el avance de la edad se incrementen las probabilidades de sufrir una enfermedad degenerativa como el alzhéimer, cáncer, entre otras. Implica necesariamente repensar todo el sistema de seguridad social y apropiarse de su propio destino económico.
La crisis de las finanzas públicas
En las economías donde la jubilación es una obligación pública han empezado a dar síntomas de desfinanciamiento. Esta presión económica, comienza a evidenciarse en los países desarrollados donde la edad de retiro se ha ido postergando desde los cincuenta a los actuales 67 años, edad vigente en Alemania y Francia, y no demora ponerse a la par países como Grecia, Portugal, España e Italia (léase crisis financiera).
Ahora, lo que ha entrado en crisis no son los beneficios sociales frutos de la prosperidad económica y la equidad social, sino el sistema donde los jóvenes pagan las pensiones de los viejos, sistema conocido como prima-media. Con cada vez menos jóvenes por la reducción de las tasas de natalidad y el aumento de la esperanza de vida, los estados no se han visto a gachas para sufragar los costos de una creciente población de jubilados.
Realidad que se ha solventado vía déficit y aumento de impuestos. Retirando riqueza de donde se genera (las empresa) y desestimulando el ahorro de los hogares.
La jubilación privada
Lo que deja con mayor relevancia al ahorro privado para jubilarse y tener mejor calidad de vida durante la tercera edad.
La posibilidad de jubilarse con una pensión pública o hacerlo con un ahorro de capitalización privada, prevista y obligatoria por ley se desvanece cada vez más rápido. Pretender que el estado de una manera paternalista prevea situaciones futuras y particulares nos deja con incertidumbre en los años de más vulnerabilidad. Además a veces las funciones objetivo del estado en su conjunto contraponen a las individuales, dejándonos en situaciones de menos-libertad y masificando las preferencias individuales.
¿Cuánto ahorrar?
Supongamos un hogar con ingresos medios, si desconocemos la tasa de interés que ganan los ahorristas, una persona que inicie su etapa laboral a los 25 años, pretenda pensionarse a los 60 y espere vivir unos 73 años, tendrá que al menos tener un fondo para jubilación de 7.7 veces su ingreso anual o ahorrar el 21.3% de sus ingresos durante sus 35 años productivos. Si se introduce una modesta tasa de interés real del 2%, tendría que tener ahorrado cinco veces su ingreso anual o ahorrar 14% de ellos.
Si la esperanza de vida continúa creciendo como lo ha hecho en los últimos 170 años, dejará a muchos jubilados en indigencia o esperanzados que los rendimientos de los fondos de pensión sean mayores.
La esperanza de vida y la forma de vivir
Otra cuestión de importante relevancia, es que muy probablemente veamos en las próximas décadas incrementos en la edad de jubilación cercana a los 70-75 años. Acompañados de una reducción de las jornadas laborales o la distribución de esta a lo largo de un ciclo productivo más largo.
Lo anterior tiene un gran supuesto, el aumento sustancial de la productividad de las personas, tener que producir en jornadas de cinco o menos horas lo que actualmente se produce en ocho o más; mayor productividad significa mayor escolaridad. La educación conllevará cada vez mayor especialización a niveles cada vez superiores, no será suficiente maestrías y doctorados.
Hasta hace unos años tener una maestría en administración de negocios (MBA) era diferenciador y otorgaba competitividad en el mercado laboral; Esto dejará de serlo y se convertirá en casi una norma. Lo mismo que dominar varios idiomas y adquirir más y mejores destreza en el manejo de tecnologías.
Sin olvidar que mayor productividad es sinónimo de mayor ingreso, los padres tendrán que disponer de mayor ahorro para contribuir a una educación adecuada a la siguiente generación y estas se mantendrán más años en el sistema educativo.
Conclusiones
Es arriesgado e irresponsable consigo mismo dejar al estado la carga directa que le corresponden a cada individuo. El pensar que es un derecho no crea los recursos y gira una deuda a futuras generaciones.
Dejar al buen juicio del legislador las políticas de jubilación es desacertado, pues el ahorro calculado puede ser insuficiente. Actualmente a los individuos y empresas se le obliga cotizar a la cuenta de capitalización individual el 16,5% del salario. Este monto a mi juicio es insuficiente, a menos que la canasta de bienes a adquirir sea sustancialmente menor cuando se jubile, los rendimientos de los ahorros sean superiores al mercado y usted no sobreviva más allá de los 73 años.
La solución facilista de muchos gobiernos es postergar indignamente la edad de jubilación, sin que la oferta de salud corresponda a países de similares esperanza de vida. La jubilación es cada vez más una previsión y decisión privada, tanto en países desarrollados, como en emergentes. Cuestión que se suscribe a una mayor responsabilidad consigo mismo y con su AHORRO.

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